Me llamo Ester Adrover Pedro y tengo 52 años. Soy madre, pedagoga y una de las acompañantes del proyecto. También soy codirectora del mismo junto con Laia Casals.
Esta aventura empezó para mi hace 14 años cuando Laia y yo tomamos el relevo de un maravilloso proyecto de educación libre, del cual heredamos el nombre y aprendimos una nueva forma de acompañar a los peques.
Mi experiencia con niños y niñas hasta entonces era amplia pero siempre circunscrita a unas formas de hacer mas tradicionales...
Desde muy joven desarrollé un cierto interés por la educación, pensando que ésta podría ser la mejor forma de ayudar a las personas a crecer en todas sus potencialidades. No obstante, pronto descubrí que “educación” es un término muy amplio que engloba formas de hacer que pueden ser también limitantes y coercitivas.
A pesar de mis reticencias por participar en el sistema formal de enseñanza me decidí a estudiar Pedagogía. La universidad amplió mis conocimientos sobre educación, pero hizo algo mucho mejor en mi ser: me aclaró los caminos por los cuales NO quería ir. Si la educación formal quedaba descartada de mis limites territoriales, mi ámbito iba a ser otro……¿pero cuál?
En la universidad se hablaba de pedagogias alternativas: Waldorf, pedagogía sistémica, inteligencias múltiples, estimulación temprana…..pero ninguna hablaba realmente del respeto por el organismo vivo y su desarrollo en libertad. Al menos, no en ese momento. Solo algunos pedagogos y autores con posiciones más radicales y que se nombraban de soslayo en las aulas universitarias te acercaban a la idea de que realmente podía haber otra forma de abordar la educación mucho más cercana al desarrollo en libertad del ser humano. Autores que se constituyeron revolucionarios en su época, que rompieron cánones establecidos, cada uno a su manera y en su momento social. Ivan Illich, Anton Makarencko, Alexander Neill, Emmi Pikler, Maria Montessori, entre otros, conformaban un elenco de personas capaces de atreverse a ver la educación como una herramienta de transformación de su contexto social, en aras de crear una sociedad mas justa, igualitaria y liberadora.
Después de mi paso por la universidad, seguí conectada con el mundo educativo siempre en el ámbito de la educación no formal. Acompañaba a peques en proyectos que se llevaban a cabo, sobre todo, en centros cívicos, durante la franja horaria no escolar. Hasta que, en el año 2006 un amigo me puso en contacto con Moixaina, y junto con Laia, mi amiga y compañera de piso en ese momento empezamos a conducir el proyecto, cuando las educadoras que lo habían hecho hasta entonces nos pasaron el relevo.
Desde entonces y hasta la fecha he ido creciendo, aprendiendo, cayendo, levantándome, compaginando mi dedicación a Moixaina con mi principal tarea de acompañar a mi hijo en su crecimiento.
Fui madre y educadora presencial. Mi hijo creció conmigo en el proyecto. No fue fácil, y fue emocionalmente agotador en muchísimos momentos, pero en retrospectiva afirmo que no lo haría diferente. Acompañar al grupo de peques de Moixaina, con mi hijo en el proyecto, era lo único que podía hacer, porque era lo único que tenía sentido para mí. En Moixaina siempre hemos defendido el vínculo materno, con lo cual llevar a mi hijo a otro proyecto, mientras yo acompañaba peques en Moixaina, no tenía cabida. Mi vuelta al proyecto, fue progresiva y fue aumentando en la medida en que mi hijo ganaba en autonomía, poco a poco, ya que me necesitó a su lado durante mucho tiempo.
Aprendí mucho, muchísimo en ese trayecto de la vida lleno de obstáculos. Aprendí el valor de la aceptación por encima de todo. Aprendí como la culpa nos inhabilita. Aprendí a ser paciente. Conocí partes de mi misma que no había visto nunca y que no me gustaban, y aprendí a empezar a no juzgarme, a ser tolerante conmigo misma; y pronto, ese no juicio y esa tolerancia fueron tomando forma en todos los espacios de mi vida. Aunque, no nos engañemos, sigue siendo un reto diario.
Los procesos terapéuticos me ayudaron mucho a crecer y a continuar mi formación personal. El psicoanálisis, la terapia Reichiana, y la terapia Gestalt han sido procesos de acompañamiento para mi, en mi vida, que me han ayudado a comprenderme mejor y en extensión, a comunicarme mejor.
En la actualidad mi trabajo en Moixaina se desarrolla en varios ámbitos.
Soy educadora presencial unas horas durante la mañana, y esa es para mi la actividad principal. El contacto con las criaturas me nutre de una forma muy difícil de explicar y me permite conectar con una parte de mi a la que no tengo acceso de ninguna otra manera. Al mismo tiempo, la observación directa del juego de los niños y niñas, me permite seguir ampliando mis conocimientos sobre que es lo que en esencia necesitan para un desarrollo sano y en conexión con su propio yo.
Codirijo la cooperativa de trabajo, junto con Laia, elaborando parte de la gestión que ello implica.
Escucho y acompaño a las familias en su camino en la crianza y educación, ofreciendo mi propia experiencia como acompañante de los peques, y madre. Siempre desde un lugar de humildad y prudencia, puesto que no soy psicóloga ni terapeuta. Al mismo tiempo, en esta tarea, me permito aprender de esas familias que conforman el proyecto y que aportan su propia experiencia de vida, enriqueciendo nuestro espacio.
Moixaina constituye para mi, sobre todo, uno de mis lugares favoritos en el mundo. Un lugar donde el tiempo se detiene en el aquí y el ahora, en la presencia amorosa, en el cuidado hacia los demás y hacia una misma.
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